De nuevo, está nublado, gris y feo...
Afortunadamente, el desayuno está muy rico y emprendemos el viaje con energía.
Beaune está a unos 50 km de Autun, por una carretera nacional que después de atravesar bosques frondosos y tupidas campiñas como las que venimos viendo estos días, nos termina introduciendo en la Côte d'Or. Al lado de esto, La Rioja da casi pena... Aqui los viñedos se extienden inmensamente en todas las direcciones, más allá de donde alcanza la vista. En el fondo del valle, sobre las laderas de las colinas.... por todas partes. Están verdes y jugosas, perfectamente ordenadas, alineadas y orientadas. Periódicamente, nos tropezamos con bodegas que anuncian visitas y catas.
Aunque es un poco pronto, decidimos pasar por el hotel a ver si nos dan la habitación. El Hotel Le Home está un poco apartado del centro. Es una casa solariega, con un inmenso y frondoso jardín. Recuerda un poco a La Demeure de Ville Blanche, del viaje a Bretaña. La habitación, que está a pie de calle, es muy grande.... y no pinta nada mal para cenar de pic-nic...
Bajamos al centro andando. Es un paseo agradable, por una zona residencial hasta llegar al centro.
Beaune es un importante centro vitivinícola de Borgoña, donde gran parte de su actividad está organizada en torno a la producción y comercialización de los vinos. Una visita interesante es el Museo del Vino, situado en el Palacio de los Duques de Borgoña, de los siglos XIII a XVI. El propio palacio es precioso. En la visita se puede aprender todo lo relacionado con el cultivo de la uva y la producción del vino, a lo largo de la historia.
Otra visita imprescindible es la Basillique Collegiale de Notre Dame, buen ejemplo de arquitectura románica. Preciosa por dentro y por fuera, con un precioso tapiz en el altar.
Pero sin duda, lo más espectacular es el Hôtel-Dieu. Constuido en 1443 por el Chancelier del Duque, se concibió como un hospital de lujo para los pobres. Se organiza en torno a un gran patio y su arquitectura es de estilo normando. Se pueden visitar las zonas de camas, la cocina, la botica...
Toda la ciudad es encantadora, muy medieval, con calles y callejas, y muchas tiendas de productos autóctonos.
Hemos comido en Le Grilladine, un restaurante monísimo con terracita. Hemos comido platos de la zona: terrina de conejo, pollo con crema de mostaza, magret de pato con crema de frambuesa.
Por la tarde visitamos la Mouterderie Fallot, una de las fábricas de mostaza más conocidas del pais. Es una fábrica tradicional. La visita es guiada y, además del ver la parte tradicional de la fábrica, hay degustación de mostazas. Para nuestra sorpresa, la mostaza que utilizan se cultiva en Canadá, ya que la producción francesa es insuficiente para cubrir la demanda.
Se ha puesto a llover, así que después de un paseito decidimos volver al hotel para hacer pic-nic.
El Itinerario de hoy: