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Grikos-Skala-Grikos, día 6


Sin duda, el desayuno es una de las mejores cosas del hotel. Hemos vuelto a repetir el yogur con miel, los loukomades... También nos hemos atrevido con delicias nuevas: un milhojas de pasta filo relleno de crema caliente, mermeladas caseras, conservas de frutas...

Madrugar, no hemos madrugado... y hemos desayunado todo lo lento y parsimonioso que requieren una vistas (y unas delicias) como las que estamos disfrutando...

Nos hemos acercado a Skala. Skala es la ciudad portuaria de la isla, aunque la capital administrativa sigue siendo Chora. Se desarrolló como puerto a partir del s.XVI, aunque no se construyeron casas como tal hasta el s.XIX. La población consideraba peligroso vivir tan expuestos, y por las noches volvía a dormir a Chora. A día de hoy es la población más activa y grande de la isla, con mucha actividad administrativa, así como muchos bares, restaurantes y tiendas.

Pasear por Skala es agradable. Las callecitas son estrechas y desembocan en agradables placitas. Las tabernas son más bien cutrecillas, pero las tiendas de ropa y productos griegos no están nada mal.

Hemos encontrado una tienda encantadora, Nektar, cuyos propietarios son una mujer griega y un cubano imponente. Hemos probado las conservas de fruta (como las del desayuno), que según nos han explicado, son una alternativa a la mermelada, para conservar fruta. Era tradicional obsequiar con ellas a las visitas. Tienen también frutas secas, miel, hierbas...

Nieves se ha comprado un vestido chulísimo, de diseño 100% griego. Entenderse con el dueño ha tenido su gracia, porque su inglés era justito pero tenía mucho interés en darnos toda suerte de explicaciones sobre la diseñadora y las combinaciones del atuendo... También nos hemos comprado una chaqueta imposible, de instrucciones aún más complicadas. Caro, pero tremendamente original.

Para comer hemos vuelto al hotel, a una de las tabernas camino a la playa de Petra que vimos ayer.

Los dueños son majetes y tienen un superhuerto del que sacan todo lo que cocinan. La ensalada de rúcula y tomate, sin palabras. Berenjenas rellenas y dolmades. Vino blanco de garrafón y café bastante expresso.

En la mesa de al lado había una indonesia muy graciosa, que nos ha amenizado la comida a nosotras y a una señora alemana, con sus viajes.

Hemos pasado la tarde en la playa del hotel, prescindiendo de sus sombrillas y hamacas, por las que hoy han pretendido cobrarnos 20 euros... Hay arena de sobra...

Cenamos de pic-nic, con una lata de caballa, un tomate y panecillos de hot-dog. Imposible saber cómo estos griegos han conseguido empotrar en la lata media caballa ahumada de grandes proporciones.

Hemos paseado un poco por la playa y nos hemos sentado al fresco en la puerta del hotel, viendo el mar y a los gatos...


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