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Rodas, día 9


Hoy empezamos visitando la Acrópolis, que está a las afueras de la ciudad. Se puede llegar andando. Es un curiosos paseíto a través de un barrio residencial, cuyas casas se han levantado sobreelevadas, para respetar la conservación de los restos arqueológicos sobre los que han sido construidas.

La Acrópolis está situada sobre tres impresionantes terrazas. Durante la dominación, los italianos iniciaron las excavaciones, pero a día de hoy estas no se han completado. Del Stadium se conserva el sphendone (extremo redondeado), el proedries (los asientos de los altos cargos) y algunos de las filas bajas de las gradas; también conserva el mecanismo de partida para los atletas. El Gymnasium, situado al este del estadio era un gran edificio cuadrado de unos 200 m en cada lado. El Odeón, situado al noroeste del estadio tenía capacidad para unos 800 espectadores. La Biblioteca estaba situada cerca del gimnasio y el Odeón, según reza una inscripción. El Templo de Apolo Pitio, se encuentra en la parte sur de la colina, en el lado oeste de una gran terraza rectangular. Era un templo períptero, pero menor que el de Atenea y Zeus.

En las terrazas superiores, a las que se puede acceder siguiendo la carretera a la derecha frente al Artemision, y los letreros indicativos, encontramos un Ninfeo, situado al este y al sur de la pared de la stoa; se compone de cuatro construcciones con forma de cueva subterráneas excavadas en la roca, con escalones de entrada, pasillos comunicantes y una gran abertura en la parte central del techo; hay huecos en las paredes interiores para estatuillas; cisternas de agua y exuberante vegetación completan el cuadro; eran lugares para la recreación y la adoración. Y del edificio de la Stoa, se conserva parte del muro de cimentación. Debió tener una imponente fachada visible desde la ciudad baja y el puerto. El Templo de Atenea Folias y Zeus Polieus en el extremo noroeste de la Acrópolis era un templo períptero dórico del que sobreviven cuatro columnas, y parte de un capital y del arquitrabe que dan una idea de su carácter monumental originales; el templo estaba en un témenos (recinto sagrado; explanada elevada y cerrada) delimitado por una stoa; en su interior se custodiaban los tratados de la ciudad con otros estados.

Por encima pasa una carretera, que permite mirar simultáneamente a los dos lados de la isla, a la ciudad, y al azulísimo mar.

Recorremos restos menores de ninfeos subterráneos.

Bajamos de la Acrópolis entrando por la parte "pija" de la ciudad: tiendas de marca, restaurantes de luxe...

Hace bastante calor, así que decidimos tomarnos una cocacola helada en un garito ultra-pijo llamado Blue Mirage. Está en un bonito hotelito con jardín, chill-out, monísimo y carísimo...

Llegamos al puerto de Mandraki, uno de los lugares donde se piensa que pudo estar el famoso coloso de Rodas.

El coloso, considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo, era una colosal estatua del dios Helios. En realidad no se sabe demasiado de él, ni de dónde estaba ubicado. Existen varias teorías. Parece poco probable que estuviera a la entrada del puerto. En primer lugar, porque dadas sus dimensiones debía pesar muchísimo, y se hubiera hundido. Segundo, a quepara instalar algo tan grnade habría que haber cerrado el puerto durante su construcción, lo que no parece muy operativo. Otra teoría propone que estuvo en al Acrópolis, y se apoya en el hecho de que los cimientos de piedra del templo de Apolo, están claramente sobredimensionados. Como si se hubieran diseñado para soportar algo muy pesado.

En el puerto hay también una réplica de la Iglesia de San Juan de los Caballeros, el fortín de Agios Nikolaos y varios molinos. Hoy día es un puerto deportivo, lleno de yates y barquitos...

Aún nos quedan algunos restos arqueológicos dispersos por ver: iglesias, murallas... que se esconden en callejas no muy populosas.

Comemos en la Anchor Tavern, de sombreada terraza, buenos precios y camarero poco versado en las matemáticas.... En realidad, no ha habido día que estos griegos no nos hayan echado mal las cuentas... Y siempre porque se les olvida cobrar algo... La comida, típicamente griega, es muy rica.

El calor es pelín asfixiante, así que volvemos al hotel para disfrutar de su piscina.

Salimos de nuevo al atardecer. Es un lujo dejarse llevar por el puerto, por las calles y placitas... Es increible, pero después de dos días pateándola intensamente, todavía descubrimos rincones., restos arqueológicos, una nueva puerta en la muralla...

Cenamos una crêpe con nutella y tres bolas de helado en una terraza jardín.


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