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Cantabria,día 1: unas extrañas vacaciones

  • Foto del escritor: Conejo
    Conejo
  • 11 oct 2020
  • 3 Min. de lectura

Sin duda, este es el año más raro de nuestras vidas, con esto del COVID. Nuestras vacaciones van a quedar reducidas, y no es poco, a una semanita en coche por Cantabria, por donde hace bastante que no íbamos.

Expectativas: pocas; es más bien un viaje a-ver-que-sale, rezando para que el tiempo y la COVID nos den tregua.

Hemos echado al coche de todo, y salimos prontito en la idea de llegar para comer. El tiempo es bueno, no del todo soleado, pero si un poco bochornoso.


Hacemos una parada técnica en Frómista, para volver a ver su famosa iglesia.

Lo normal sería que estuviera rebosante de turistas y peregrinos, pero en lugar de eso apenas hay unas 20 personas, las terrazas están vacías y muchas incluso cerradas.

Frómista está en el Camino de Santiago, en plena meseta castellana, y destaca por su Iglesia de San Martin de Tours.



La iglesia actual debió construirse en el s.XI, a partir de un monasterio benedictino anterior. Su estilo mezcla el arte bizantino con el estilo basilical latino. Como resultado, uno de los templos románicos más notables.

Desgraciadamente con los años sufrió múltiples alteraciones, lo que provocó la famosa restauración del s.XIX. En el templo actual, después de eliminar los edificios adosados, se recuperó la estructura original, pero también se sustituyeron elementos, según el gusto de la época.

De planta rectangular basilical, se trata de una iglesia de tres naves, la central más alta y de anchura doble que las laterales, con crucero acusado sólo en alzado y una extraordinaria linterna poligonal sobre el crucero. El hastial es flanqueado por dos torrecillas cilíndricas.

La cabecera está formada por tres ábsides escalonados sin presbiterio -al modo bizantino- que enlazan directamente con el transepto.

En el crucero emerge un imponente cimborrio o linterna de iluminación, que al exterior tiene planta octogonal, mientras que en el interior tiene una cúpula semiesférica.

Destacan tanto los capiteles (aunque muchos son nuevos), como la colección de canecillos.


Como Frómista no tiene ningún ambiente, decidimos acercarnos a comer a Aguilar de Campoo. Hoy no huele a galleta y además el Monasterio de Santa María la Real está cerrado, por lo que tampoco vamos a perder mucho tiempo en la visita. Pero su plaza está bastante animada de turistas y hay unos cuantos sitios para comer.



Nos queda la parte más espectacular del viaje, que es pasar de las llanuras secas de Castilla a la verdura y el frescor de Cantabria.


Nuestro destino es Santillana del Mar. El alojamiento, el Hotel San Marcos, está ligeramente a las afueras. Tiene unas vistas espectaculares a interminables campos verdes. Es un edificio tradicional, de piedra, con balcones... Después de disfrutar un poco del pedazo de habitación que nos han dado, salimos a dar una vuelta.

Santillana del Mar es una deliciosa población, no demasiado grande, que se visita en un ratito, pero de la que se puede disfrutar tranquilamente varios días...

Mención aparte de la famosísima Cueva de Altamira (que ni hemos ni vamos a visitar...), su monumento más emblemático es la Colegiata de Santa Juliana. El edificio actual es del s.XII, y destacan la propia iglesia y el claustro.



Del exterior de la iglesia destacan la cabecera y la portada de la fachada sur, con su imponente friso. Del claustro destacan varios capiteles historiados en razonable buen estado.

Paseando por la villa hay varias torres góticas medievales, como la del Merino, la de Don Borja o la Casa de Leonor de la Vega. También se conservan algunos edificios renacentistas y barrocos., como las Casas de los Villa, los Bustamante, los Tagle o la más que destacada Casa de los Hombrones. También el Palacio de Peredo Barreda, la Casa de Valdivieso, la Casa de Sánchez-Tagle o la Casa de los Barreda-Bracho, hoy convertido en el Parador Nacional Gil Blas.



Muy bonitos el lavadero y abrevadero, frente a la colegiata.



La visita se completa con los innumerables locales donde adquirir sobaos, anchoas y otros productos típicos, así como artesanía, joyas... como para no aburrirse.

Terminamos cenando en uno de los restaurantes con patio interior y volvemos andando al alojamiento.

Que para ser el primer día no ha estado nada mal...


 
 
 

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